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Joaquín Sabina es la estrella de la tercera jornada del VIII Congreso Internacional de la Lengua Española

Llegó Sabina al Congreso Internacional de la Lengua (CILE) y lo revolucionó todo. Ídolo intercontinental, aquí y acá, da igual la orilla del Atlántico, el de Úbeda ha sido el protagonista inevitable del día en Córdoba (Argentina), donde ha aparecido con su voz rota a mover multitudes. El músico, ataviado con un sombrero de fieltro marrón y una camisa de estrellas blancas, ha entrado en el Teatro del Libertador San Martín arropado, casi increpado, por sus fans, que, personal de seguridad mediante, al final le han dejado entrar al grito de «genio» y «maestro».

«Da mucho gusto estar aquí. Comprenderán ustedes que entre tanto poeta y tanto erudito me sienta un poco impostor. Pero siempre me ha gustado sentirme impostor», ha confesado, ya sentado en el escenario y a cabeza descubierta, en el marco de la mesa «Poesía y diversidad cultural», que ha compartido con Rafael Oteriño, María Negroni, José Mármol, Guillermo Saavedra, Elvira Sastre y Carlos Schilling. Lleno absoluto, por cierto: casi mil personas.

«No estoy en absoluto dotado para la teoría y la erudición, aunque con el auge de los pequeños nacionalismos que por desgracia estamos sufriendo en el mundo, yo me considero de una patria mucho más grande, que es mi lengua, la lengua española», ha aseverado. Después del titular, pasó a leer un texto en prosa para explicarse, lleno de adolescencia, de amor, de masturbaciones, de ceniza, de humor, de Madrid… Ya saben, puro Sabina. Autobiografía literaria.