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Reabre sus puertas la reserva forestal del sur de la CDMX

En semáforo naranja, la reserva forestal del sur de la CDMX recibe a sus visitantes con una logística especial para evitar contagios de coronavirus.

Aquello que era rutina se convirtió en anhelo. El olor a tierra mojada, el vaivén de los eucaliptos, la sombra de los pinos y las ardillas juguetonas quedaron confinados en los Viveros de Coyoacán, que a causa de la pandemia del coronavirus cerraron sus puertas para evitar riesgos de contagio; hasta esta semana, que se permitió el reencuentro de los visitantes con la atmósfera de la reserva forestal al sur de la Ciudad de México.

Las multitudes de corredores, los equipos que trotaban por el circuito o los que entrenaban en las veredas de tierra no están más, pero desde el martes 29 de junio, con la llegada del semáforo naranja, el Gobierno Capitalino permitió el ingreso bajo diversas normas de salubridad.

“Llevo un poco más de diez años de correr en Viveros. Pero estuve casi tres meses y medio sin venir, ahora me siento feliz de regresar a ver si es que tengo la suerte de ver a viejos amigos. Desde niño venía aquí, me inspiré por mi papá y ahora estar aquí me recuerda cómo los árboles y la naturaleza me hacen sentir más libre que correr en la calle”, comentó Miguel Ángel Villalba, estudiante de 26 años de edad, quien en su primer encuentro con los Viveros, después del pandemia, entrenó 16 kilómetros.

La Puerta 1 se abre a las 06:00 horas y allí, el equipo de seguridad contabiliza los visitantes que ingresan, les proporciona un satinizante y les brinda instrucciones, entre ellas, que la salida es por Puerta 3 y así inicia la cita con la tierra y el tezontle, con el letrero que avisa el avance de 100 metros más, el aroma de cada especie de árbol y la fauna que habita en el lugar. 

“Regresar a Viveros implicó toda una ilusión. Venía frecuentemente a caminar; mi mamá vive cerca y vengo con ella, es una ilusión por no haber salido en mucho tiempo y habernos cuidado mucho. Aquí tienes árboles, oxígeno y un espacio único para caminar, aunque sea sólo de paso para ir a trabajar, hacer actividades al aire libre de contaminación es un privilegio”, dijo Stephanie Brewster, cinematógrafa, quien además de tapabocas cargó gel antibacterial.

“Vengo de la colonia Mixcoac, estuve casi cuatro meses en casita y venir a respirar el aire, que te dé el sol, el olor de los árboles, es una alegría. Antes de la contingencia hacía ejercicio diario y luego trotaba en el departamento pero es horrible, nada como esto”, expresó risueña Flor Aranda especialista en meditación de 75 años de edad.

A la salida, están de nuevo los vendedores de periódicos y revistas, de jugos y licuados, o de artículos deportivos; todos los ávidos ritmos que circundan los Viveros y que por fin, aunque con un pulso más bajo que el de hace cinco meses, están de vuelta entre la pandemia y la nueva normalidad.